Nueva York, primer cuarto del siglo XX. La vida de Rose, la mecanógrafa de la comisaría del distrito de Lower East Side, transcurre sin sobresaltos. Sin embargo, la implantación de la Ley Seca y la llegada de una nueva compañera romperán su monótona vida. Y es que Odalie, la última en llegar al equipo, es como el alcohol prohibido: su pelo a lo garçon, sus conjuntos y complementos a la última moda y su elevado poder adquisitivo ejercen una poderosa atracción a la que sucumben todos los de la comisaría, pero de un modo especial la protagonista de esta novela.
La otra mecanógrafa, debut de Suzanne Rindell, es la historia de una obsesión. Ni más ni menos. Desde el principio, el lector sabe que Rose, quien cuenta los hechos, está recluida en algún lugar. Puede hacerse una idea de dónde, pero no tanto del porqué. Sí, Odalie juega un papel esencial, pero ¿de qué modo? El misterio no se resolverá hasta cerca del final, pues todo se desvela poco a poco.
La voz narrativa tiene fuerza. En ocasiones, el personaje principal apela directamente a quien lee las páginas del que parece su diario. La prosa está muy cuidada, es elaborada, pero sin ser cargante. Abundan las descripciones, pero estas son necesarias para comprender a Rose y Odalie, pues desvelan sus personalidades. La ambientación además, esa ciudad de los rascacielos, está muy conseguida.
Estamos ante unos personajes femeninos complejos que bien merecen la pena conocer. Sus caracteres son opuestos, y están muy bien construidos: ¡qué lejos están de esos personajes planos que tan poco me gustan!
Al conocerse los hechos solo a través de la voz de Rose, el lector no sabe si aquello que ella cuenta es cierto o no. Conforme uno va conociendo a la protagonista, se da cuenta de que hay cosas que no son normales en su comportamiento. De este modo, la cordura y la locura van de la mano. Por otro lado, resulta interesante cómo la autora maneja los sentimientos de Rose, que a páginas llega a mostrar sentimientos contradictorios, dando pie a que sea uno quien decida: hay ambigüedad sexual.
El libro me ha recordado, aunque solo conozco la versión cinematográfica, a El Gran Gatsby, de hecho la autora reconoce en los agradecimientos que en determinados momentos ha pretendido hacer un homenaje a la obra de Fitzgerald. También me ha traído a la memoria la grande Los renglones torcidos de dios, de Torcuato Luca de Tena.
En definitiva, una interesante y entretenida obra, quizá poco original, pero muy bien escrita, con unos personajes femeninos fuertes y distintos que se mueven en el Nueva York de las prohibiciones.
La otra mecanógrafa, debut de Suzanne Rindell, es la historia de una obsesión. Ni más ni menos. Desde el principio, el lector sabe que Rose, quien cuenta los hechos, está recluida en algún lugar. Puede hacerse una idea de dónde, pero no tanto del porqué. Sí, Odalie juega un papel esencial, pero ¿de qué modo? El misterio no se resolverá hasta cerca del final, pues todo se desvela poco a poco.
La voz narrativa tiene fuerza. En ocasiones, el personaje principal apela directamente a quien lee las páginas del que parece su diario. La prosa está muy cuidada, es elaborada, pero sin ser cargante. Abundan las descripciones, pero estas son necesarias para comprender a Rose y Odalie, pues desvelan sus personalidades. La ambientación además, esa ciudad de los rascacielos, está muy conseguida.
Estamos ante unos personajes femeninos complejos que bien merecen la pena conocer. Sus caracteres son opuestos, y están muy bien construidos: ¡qué lejos están de esos personajes planos que tan poco me gustan!
Al conocerse los hechos solo a través de la voz de Rose, el lector no sabe si aquello que ella cuenta es cierto o no. Conforme uno va conociendo a la protagonista, se da cuenta de que hay cosas que no son normales en su comportamiento. De este modo, la cordura y la locura van de la mano. Por otro lado, resulta interesante cómo la autora maneja los sentimientos de Rose, que a páginas llega a mostrar sentimientos contradictorios, dando pie a que sea uno quien decida: hay ambigüedad sexual.
Todo un acierto, también, que la escritora recupere una profesión ya poco valorada, la de mecanógrafa. En este sentido, una película la mar de curiosa es Popular, del director Régis Roinsard. Largometraje del que disfruté en un viaje en tren, casualidades de la vida, apenas dos días después de terminar la novela.
El libro me ha recordado, aunque solo conozco la versión cinematográfica, a El Gran Gatsby, de hecho la autora reconoce en los agradecimientos que en determinados momentos ha pretendido hacer un homenaje a la obra de Fitzgerald. También me ha traído a la memoria la grande Los renglones torcidos de dios, de Torcuato Luca de Tena.
En definitiva, una interesante y entretenida obra, quizá poco original, pero muy bien escrita, con unos personajes femeninos fuertes y distintos que se mueven en el Nueva York de las prohibiciones.
No lo conocía pero pinta muy bien gracias por el descubrimiento besos.
ResponderEliminarLleva tiempo en mi lista de pendientes. Me alegra ver que lo has disfrutado.
ResponderEliminarBesotes!!!
¡Lo tengo, lo tengo! Se lo está leyendo ahora mi padre...En cuanto lo termine él, me lo pillo yo :)
ResponderEliminarYo le tengo ganas a este libro pero... tengo tanto que leer!
ResponderEliminarJooo... este es uno de los muchos a los que le tengo echado el ojo!! Besos
ResponderEliminarLO tengo hace tiempo en el lector :)
ResponderEliminarBs.
No parece una reseña muy entusiasta, he visto otras que lo recomiendan con mucho más ánimo, mejor tener dos versiones.
ResponderEliminarPinta bastante interesante, me lo apunto a la lista de adquisiciones!
ResponderEliminarLa época es de las que más me atraen, me la apunto para futuras lecturas,
ResponderEliminarbesucus